Verano de 1971. En la radio ponían los Rolling Stones con Sticky Fingers, este disco indiscutible de rock directo, lúdico e irreverente. Y Steve Jobs, con apenas 16 años, se pasaba el día fumando porros. Literalmente: “Me puse por primera vez este verano. Tenía quince años ya partir de entonces comencé a consumir marihuana regularmente”.

Pero no vayamos tan deprisa. Ni lo tomemos a la ligera. Por no ser un buen amigo, Steve Jobs había perdido la oportunidad de hacer historia, de inventar el iPhone y revolucionar el mercado de las telecomunicaciones, o de haber cedido todo el Mac que usa para escribir este artículo. Esta es una historia de autos, drogas y rock & roll.

El primer auto de Steve Jobs

la relación de Steve Jobs con los coches lejos. Eso sí, empezar cuando el hijo tenga 15 años. A partir de ahí, empieza a darle la murga a tu cura con eso, por favor, cómprate un carruaje. Sí, hazlo: le regala un Nash Metropolitan repintadode su propio mecánico más alto, un «subcompacto» barato que el bueno de Paul Jobs resucitó con un motor MG.

“En retrospectiva, un Nash Metropolitan podría parecer el auto más perversamente alegre. Pero en ese momento era el auto menos genial del mundo. Aun así, era un automóvil, suficiente para mí”. Steve Jobs — Biografía oficial autorizada de Walter Isaacson

Fresco el burrido, lo que está claro es que para Steve Jobs no es suficiente. Tuve un capricho entre ceja y ceja. Ese verano se puso a trabajar y, con todo lo ahorrado, en menos de un año cambió su Nash por un Fiat 850 rojo con motor Abarthun cupé mucho más Fresco según los estándares de una adolescente, una de las entrenadoras de moda entre las californianas de finales de los 60. La satisfacción de recibir un pago y ahorrar tanto más… eso fue muy emocionante”.

Ya tenemos el coche. Ya tenemos la música. Sólo faltaba la droga. Ese mismo verano, tras el segundo curso en Homestead High School —en el mismo Cupertino—, Jobs comenzó a fumar hierba de forma regular.. Un día, escuchando la tostada, su padre inspeccionó el Fiat y encontró la droga. «¿Qué es esto?» le preguntó a su hijo. Jobs respondió sin miramientos: «Eso es marihuana». Steve no era un concurso de chicos, pero en ese momento desafió a su padre. Tener una gran discusión.

Esto afectó profundamente a la familia Jobs porque, por supuesto, la cosa no fue menos. Como cuenta Jobs en sus memorias, al año siguiente empezó a probar el LSD y el hachís, “además de explorar los efectos alucinatorios de la falta de sueño.

Un entrenador que casi mata

cupé

Al final resultó que, en una de sus salidas vespertinas, Jobs condujo por Skyline Boulevard con las montañas de Santa Cruz coronando el correo como Tim Brown, su fiel compañero de batalla, empezar a gritar «¡Alto, el coche se está incendiando!». Jobs miró hacia atrás y vio cómo las llamas y el humor negro saltaban de la carrocería y proyectaban una estela que abarcaba toda su carrera. El entrenador quedó carbonizado. Y Paul Jobs no dejó que nadie más condujera después de la advertencia, lo remolcó y llevó el dichoso Fiat a su garaje.

Ese fuego no extinguió su pasión por la automatización. De nada. Ni siquiera para Fiat, marca por la que desarrolló pasión. De hecho, en un viaje a Turín, conocí al mismo presidente de la empresa y durante años confesó venerar a los diseñadores Sergio Pininfarina (Ferrari) y Dante Giacosa (Fiat) y tildarlos de auténticos revolucionarios.

Muchos años después, tanto Brown como Jobs, íntimos desde sus días en Homestead, lo recordarían como una experiencia vital. Si no hubiera sido advertido a tiempo, Jobs podría haber muerto solo.

portada | fotografía original de Norman Seeff



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